La tecnología es una herramienta, no la solución.
Decía Darwin que “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio” y, desde luego, si tenemos que pensar en algo positivo de esta época marcada por el COVID, sin duda alguna podemos pensar en la INNOVACIÓN (con mayúsculas) en muchos, muchos ámbitos, innovación que nos ha permitido adaptarnos rápidamente a este nuevo y complicado entorno que nos ha tocado vivir.
Fundamentalmente ha sido esta capacidad de innovar la que ha permitido a las compañías adaptarse y desarrollar nuevos modelos de negocio con los que contribuir a la recuperación de la actividad. Es esta innovación un factor clave para el mantenimiento y, si se aprovecha bien, para la creación de empleo y, por tanto, del crecimiento y desarrollo económico y social.
De la noche para la mañana hemos dejado atrás el que “inventen ellos” y, puede que, en cierta medida, empujados por los acontecimientos, nos hayamos visto en la tesitura de volcarnos a innovar, a buscar la excelencia de una forma completamente diferente y, desde luego, a no dormirnos en los laureles, porque sin más, en un instante, nos podemos enfrentar a cuestiones no previstas y a las cuales debemos dar una respuesta adecuada que nos permita no sólo seguir en la brecha, sino incluso aprovechar las oportunidades que surgen en este nuevo escenario.
En este proceso, no cabe duda que las TIC desempeñan un papel clave. Los sistemas de información son el sistema central nervioso de las organizaciones, porque de ellos depende el funcionamiento dinámico, vivo y adaptable que les permite ser competitivas y mantenerse en unos mercados cada vez más exigentes. De ellos depende el minimizar la burocracia, los silos de conocimiento que separan a empleados, departamentos y lo que es más grave, a clientes.
Las empresas buscan la diferenciación ofreciendo nuevos productos, servicios y, sobre todo experiencias digitales de una manera mucho más rápida y, al mismo tiempo, buscando adaptarse mucho más ágilmente a las tendencias del mercado que la competencia, por tanto, la mejora competitiva surge, entre otras cosas, de mejores capacidades digitales, de una entrega más ágil y de disponer de una cultura y madurez tecnológica adecuadas.
Este proceso de reinvención para dar respuesta a este nuevo escenario se puede resumir (mucho) en 3 pasos clave para las empresas:
El primero podría hablar de las innovaciones del modelo de negocio y la mejora de los márgenes. A medida que la tecnología digital adquiere mayor importancia, las ventajas de estas innovaciones avanzan hacia terrenos menos conocidos. Por ejemplo, el uso masivo de ecosistemas de IoT (Internet of Things) provoca que muchas organizaciones estén empezando a aprovechar la cantidad ingente de datos que son capaces de generar como fuente de nuevos servicios digitales o para incrementar el valor de los servicios que ya proporcionan. La AI (Artificial Intelligence) ayuda a desarrollos más rápidos y consistentes de muchos procesos, alimentada, en buena medida, por los datos que provienen del IoT, etc.
Buena parte de los equipos directivos se está dando cuenta de que la tecnología digital es un elemento diferenciador competitivo básico desde un punto de vista estratégico, no solo por o para la innovación del modelo de negocio, sino también para una mejora de la productividad.
Puede ser que esta diferenciación signifique introducir software aplicado en el core de nuestro modelo de negocio, puede que resulte necesario crear nuevas plataformas digitales dentro de los límites del negocio o también puede requerir mirar “fuera de la caja”, evolucionando hacia ecosistemas digitales con servicios interconectados que satisfagan algunas necesidades de los usuarios proporcionando una experiencia digital integrada.
El segundo paso está relacionado con la productividad. La disrupción digital está cambiando las reglas de la productividad en muchos ámbitos. Los equipos directivos deberían asumir que la productividad de los nuevos players (habitualmente nativos digitales) que cuentan con un alto grado de digitalización, procesamiento directo y bases de costes muy variables, es mucho mayor que las de las mejores organizaciones “tradicionales”. A medida que tratan de alcanzar ese nuevo nivel impuesto, estas empresas “tradicionales” pueden darse cuenta de que el trabajo a distancia y la migración hacia canales digitales les ha ayudado a descubrir ahorros sustanciales (consumos energéticos, locales, etc.). Así, por ejemplo, la automatización y/o la robotización de determinados procesos industriales es cada vez más frecuente, revirtiendo en rápidos y consolidados avances desde los primeros días de su implantación.
Por supuesto, el aumento de la productividad no consiste solo en reducir costes. Las mejoras de productividad derivadas de las inversiones en tecnología también surgen de la innovación. Las organizaciones que lideran el ámbito digital suelen apoyarse en modelos de negocio basados en herramientas TI que pueden aumentar rápidamente el número de usuarios y los ingresos, haciendo mínimos cambios y con una repercusión de costes también mínima.
Evidentemente, es posible que algún operador local fuertemente establecido posea elementos clave para crear un modelo de negocio futuro basado en la aplicación de TI, pero tendrá que ser muy selectivo a la hora de elegir el campo de juego y a sus socios tecnológicos, centrándose en aquellos aspectos en los que los factores locales son cruciales y que sean más difíciles de replicar para los actores globales.
Asimismo, la aparición de plataformas utilizables como servicio (PaaS) facilita que los actores de más pequeños puedan competir. Cada vez más empresas aprovechan estas plataformas para construir y ofrecer nuevos modelos de negocio basados en su propia innovación, accediendo a herramientas TI de primer nivel establecidas en la nube y a las que se puede acceder a un coste razonable. De esta forma se reduce la inversión en esas áreas menos diferenciadoras liberando esos activos para poder invertirlos en aquellas capacidades que les den una ventaja sobre sus competidores.
Y, en tercer lugar, dado el incremento del ritmo de cambio, puede resultar relevante un enfoque ágil de la inversión ya que puede ayudar a garantizar que esa inversión se contraste con el desempeño y se reasigne rápidamente si las hipótesis de partida no se confirman en el mercado.
Existen empresas que, al comprobar la rapidez con que la tecnología digital pasó a ocupar el centro de la escena durante la pandemia, se han lanzado a realizar transformaciones digitales sin mucho más análisis. Pero estas compañías quizás (y solo quizás) deberían pararse un segundo para pensar y reevaluar sus estrategias a fondo teniendo ya presente la disrupción y las oportunidades digitales.
Innovemos y apliquemos tecnología, pero con cabeza y teniendo presente en qué medida lo digital ayuda a mejorar/ explotar el desempeño de nuestra organización.
Autor: Juan Jesús Urbizu
Publicado en: https://tecnologiaysentidocomun.com/ipages/flipbook/revista-stakeholders-news-st002-enero-2022