En el número anterior de esta revista, os hablaba de alguna de las tendencias clave a tener en cuenta en el proceso de transformación digital. Dado que el asunto es relevante y que en dicho artículo solo introducía muy brevemente dichas tendencias, creo oportuno que entremos un poco más en detalle en alguna de ellas, empezando por la Inteligencia Artificial.
Nos puede parecer que no, pero si pensamos un poco nos daremos cuenta de que responde a cada búsqueda online, a nuestras órdenes en casa y a las de empresas y todo tipo de organizaciones, Gobiernos incluidos. Los teléfonos móviles, que son la puerta a multitud de servicios y aplicaciones y sin los cuales nos resulta complicado vivir, pero también podríamos decir que lo mismo limpia el suelo, que escribe noticias, traduce textos, recomienda estrategias de negocio o una buena dieta, analiza nuestra salud, ayuda en la investigación de nuevas vacunas, realiza previsiones meteorológicas, nos aconseja qué series tenemos que ver, nos asiste en la conducción, en la selección de recursos humanos, filtra nuestro correo en Gmail, el suministro de noticias en Twitter o está presente en los asistentes de voz como Siri de Apple o Cortana de Microsoft. Aprende de nosotros para mejorarse a sí misma. Es la Inteligencia Artificial, a la que a partir de ahora llamaremos IA. Pero ¿qué es la IA?
Estos logros son posibles gracias al aprendizaje automático (más conocido por su nombre en inglés Machine Learning o ML) y al aprendizaje profundo (Deep Learning-DL). Tanto el ML como el DL son ramas de la IA que permiten a las máquinas aprender una tarea concreta sin ser programadas explícitamente. Por un lado, esto se consigue entrenando a las máquinas con grandes volúmenes de datos (ML) y, por otro creando redes neuronales para imitar el funcionamiento del cerebro humano (DL).
La IA está jugando un papel vital en nuestras vidas sorprendiéndonos con sus notables desarrollos. En la actualidad, las máquinas pueden pensar de forma lógica, pero también existen ciertas limitaciones que sin duda se superarán en el futuro (cercano), de modo que se formará un nuevo mundo con el desarrollo de la potencialidad de la inteligencia artificial.
Nos encontramos a punto de pasar de la inteligencia artificial específica (débil), por ejemplo, una máquina que sepa jugar al ajedrez, a la inteligencia artificial general que se centra en el aprendizaje y la comprensión de las capacidades intelectuales del ser humano y que incluye otras capacidades como la capacidad de sentir, la capacidad de percibir, la capacidad de actuar, la toma de decisiones, etc. y al momento de la “singularidad tecnológica” que se define como el momento en el que una máquina alcanza un nivel de inteligencia humana, donde el crecimiento tecnológico se vuelve incontrolable dando lugar a cambios imprevisibles
En ese momento, incluso si me permitís, yo diría que antes y, a ser posible, desde ya, se deben establecer y cumplir algunas normas para desarrollar determinados valores éticos y morales. La superinteligencia artificial es el futuro, pero debe ser una máquina con cerebro y valores.
Pero…., todavía no lo he dicho, ¿qué se entiende por inteligencia artificial?
Aunque no os lo creáis, se trata de una disciplina, que existe desde mediados del siglo XX, dentro del ámbito de la ingeniería informática y que tiene como objetivo desarrollar sistemas automatizados que sean inteligentes -tomando como referencia la inteligencia humana-.
La IA, resumiéndolo mucho, se basa en algoritmos, que son secuencias de pasos que ejecuta un ordenador (máquina), dichos pasos son condicionales, es decir, se darán unos u otros según se cumplan o no ciertos requisitos. Si pasa X harán una cosa y, si pasa Y, harán otra. La capacidad de aprender por sí sola de la IA se conoce como aprendizaje profundo (DL), ya que los algoritmos funcionan como conexiones neuronales que se ajustan automáticamente.
Dentro de esta disciplina nos encontramos 3 niveles de complejidad:
1.- Inteligencia artificial específica (o IA débil). Que es la que existe hoy en día y que es capaz de hacer muy bien una tarea o conjunto de tareas previamente acotadas. Sin embargo, es incapaz de sumar aprendizajes como las personas: un sistema de IA puede saber jugar muy bien al ajedrez, pero ser incapaz de encontrar un tumor en una imagen. Y, si aprende a identificar tumores, se olvidará de cómo jugar al ajedrez. Es lo que se conoce como ‘olvido catastrófico’
2.- Inteligencia artificial general (o IA fuerte). Con todas las habilidades y capacidades que tienen los humanos.
3.- Superinteligencia (o IAG). Será una capacidad informática general que superará a la inteligencia humana y es el momento, como comentaba antes, de la singularidad tecnológica. La IAG aprovechará el desarrollo de la computación cuántica, el Deep Learning y un entendimiento de nuestras capacidades cognitivas y nuestras emociones que aún no hemos sido capaces de alcanzar, para dotar de razonamiento, abstracción, comprensión y habilidades de comunicación a las máquinas. Este nivel de evolución tecnológica implica que estas máquinas serán ya capaces de pensar como los humanos y, por tanto, es posible que empiecen a tener conciencia de sí mismas y emociones.
Ya se empiezan a intuir los avances en este campo, como reconocimiento del lenguaje natural, de imágenes o más allá de los modelos avanzados de modalidad única, también estamos empezando a ver modelos multimodales a gran escala. Son modelos más avanzados porque pueden aceptar múltiples modalidades de entrada diferentes (por ejemplo, lenguaje, imágenes, voz, video) y, en algunos casos, producir diferentes modalidades de salida, por ejemplo, generando imágenes a partir de oraciones o párrafos descriptivos, o describiendo el contenido visual de las imágenes en diferentes idiomas. Se ha creado una máquina que ha aprendido un juego tan complejo como el “GO” (y gana no solo a cualquier humano sino también a otras máquinas especializadas en el juego) sin ningún tipo de interacción humana, demostrando que podía reunir una gran cantidad de datos, más allá de cualquier cosa que cualquier humano pudiera manejar, y usarlos para aprender a predecir un resultado.
Pero, al mismo tiempo, surgen preguntas como, ¿se debe seguir considerando a un ente con conciencia y emociones como una máquina? ¿Quién y de qué manera determinará la ética por la que se guiarán sus decisiones? ¿Quién se hará responsable de las actuaciones de estos nuevos seres en caso de que lleven a cabo actuaciones cuestionables? ¿Cómo se organizará el trabajo y la economía en un mundo en el que los sistemas artificiales son capaces de ejecutar todas las tareas de un humano de una manera más eficiente? O quizás la más inquietante ¿se convertirá la IAG en un agente exterminador y se hará cargo de la civilización humana?
Y, ¿a partir de aquí?
Pues creo que veremos una serie de avances emocionantes en los próximos años, avances que, en última instancia, beneficiarán las vidas de millones de personas con un mayor impacto que nunca.
Evidentemente se está comprobando cómo las presiones sociales y regulatorias sobre el uso ético de los datos y la IA desempeñan -y lo harán aún más- un papel fundamental en la competencia tecnológica entre países, ya que el acceso a datos es clave para el desarrollo de estas tecnologías. También se observa el papel de la confianza como activo esencial para que los usuarios compartan sus datos. Ambas, uso ético de los datos y confianza, están directamente relacionadas. Si la primera no se da, la segunda tampoco.
Hay que favorecer e impulsar el desarrollo de un marco ético como, por ejemplo, la Comisión Europea (CE) con los documentos relativos a las directrices éticas para una IA fiable, que pretenden ofrecer orientaciones sobre el fomento y la garantía de una IA ética y robusta.
Otro aspecto importante es el de la educación y así, la CE también habla en sus directrices de promover la formación y la educación, de manera que todas las partes interesadas sean conocedoras de la IA fiable y reciban formación en la materia.
Y no debemos olvidar los derechos digitales casi como una extensión de los derechos humanos poniendo de manifiesto compromisos, políticas y prácticas empresariales que afectan la libertad de expresión y la privacidad de los usuarios o la propiedad de los datos valorando si las empresas deben pagar a los usuarios por sus datos, dado que estos son la base del modelo de negocio de muchas de las grandes tecnológicas.
En definitiva, la IA está aquí y forma y cada vez más va a formar parte de nuestras vidas.
¡Hasta nuestro siguiente encuentro!
Autor: Juan Jesús Urbizu
Publicado en: https://tecnologiaysentidocomun.com/ipages/flipbook/revista-stakeholders-news-st004-marzo-2022